La Importancia de la Política De Canadá en la Economía Global
Qué mes más loco para el bingo geopolítico. ¿Quién tenía en su tarjeta una revolución siria exitosa?.
El día en el norte comenzó con una carta de renuncia de la viceprimera ministra y ministra de Finanzas de Canadá, Chrystia Freeland, un hecho que marca un hito en la **política de Canadá**. Antes de que alguien se atreva a reprimir un bostezo (y soy muy consciente de que la “Iniciativa canadiense que vale la pena” de la columnista del New York Times Flora Lewis ganó el premio New Republic en 1986 al titular más aburrido jamás escrito), esta Chrystia Freeland no es una política cualquiera.
Freeland es, ante todo, periodista. Ella puede escribir. También, desde 2013, cuando Justin Trudeau la reclutó del mundo manchado de tinta, le ha sido firmemente leal. En sus diversos puestos en el gabinete después de que Trudeau y los liberales ganaron el poder dos años después, Freeland mantuvo el estoque siempre envainado. En palabras habladas y escritas, fue medida. Un jugador de equipo, siempre. Viejos amigos del Financial Times, su casa profesional durante muchos años (donde durante tres años a mediados de los 90 fue mi jefa), estaban asombrados/molestos por lo disciplinada que era cuando tenían que cubrirla. Chrystia no era un Boris, como lo era el ex primer ministro británico Johnson, otro político convertido en político, que estaba desesperado por encantar y entretener a sus viejos amigos en el oficio. Luego, el lunes, llegó su carta, publicada en X, un acto que refleja el impacto de la **política de Canadá** en el escenario internacional.
Es una maravilla. Contamos los caminos. Menos importante es su aparición por primera vez en la plataforma de redes sociales de Elon Musk (canadiense y mejor amigo de Trump). Para Trudeau está el momento exquisitamente terrible. Freeland debía presentar la declaración económica de otoño del gobierno, un informe de salud fiscal seguido de cerca por los mercados y los medios. Su abrupta e inesperada renuncia pasó de ser una crisis de personal para Trudeau a una crisis de gobierno. Su coalición minoritaria puede caer cada vez que se rechace un presupuesto. Inmediatamente después de su anuncio, circularon rumores de que Trudeau, por muy impopular que sea, podría dimitir. Ya ha terminado, ya sea en los próximos días o en las próximas elecciones. Freeland es demasiado inteligente para no saber que este caos es como se desarrollaría su movimiento. Este giro en la política de Canadá es un claro ejemplo de cómo las decisiones inesperadas pueden remodelar el futuro político del país.
En cuanto a la carta en sí, no es necesario saber nada de política canadiense para apreciar la visión de un estoque retórico lanzado directamente a la brillante luz del día. Intentaste degradarme, escribe, así que renuncié. No necesitaba decirlo, pero se notó que Trudeau hizo lo mismo con otras mujeres prominentes de su gabinete, y Freeland no iba a permitir que él le hiciera lo mismo a ella. Estaba ganando fuerza. “Tú y yo nos encontramos en desacuerdo”, escribe. Considera que el “nacionalismo económico agresivo” del presidente electo Donald Trump, en forma de aranceles, es “un grave desafío”, escribe. A usted, querido Justin, le gustan los “trucos políticos costosos” (los detalles aquí son aburridos, pero básicamente implican donaciones fiscales durante las vacaciones) “que no podemos permitirnos”. Luego explica lo que “significa” ser “serio”. Soja. Me postularé para mi escaño en las próximas elecciones, escribe. Y como todos pueden leer entre líneas, me postularé para liderar el partido, lo que marca un giro decisivo en la **política de Canadá**, donde los desafíos internos y externos se enfrentan con un liderazgo desafiante.
Este tipo de cosas no se hacen en Canadá. En otras colonias, como Australia o el parlamento original de Gran Bretaña, los miembros del gabinete se enfrentan a líderes impopulares. Canadá también es, como dice el cliché, educado en su política. Trudeau maneja un sistema de arriba hacia abajo. Aquí no defienden a sus líderes sin contemplaciones, lo que refleja una característica clave de la **política de Canadá**: un enfoque que prioriza la moderación y la cortesía, incluso en momentos de gran tensión política.
Ahora es la oportunidad de Freeland. Es difícil predecir su futuro. Ella comparte con Trudeau la culpa y los índices de aprobación lamentablemente bajos por las muchas cosas que enojan a los canadienses acerca de la economía: el aumento de los precios de la vivienda, la caída del crecimiento económico y el estancamiento del nivel de vida. Los liberales se encaminan a una derrota en las elecciones que se celebrarán más tarde el próximo mes de octubre. En cualquier competencia por el liderazgo, la percepción de que carece de talento y gusto por la política minorista puede limitarla. Especialmente en este trabajo, aunque pasó parte de su infancia en la granja de su padre en el norte de Alberta, Freeland ha dado la impresión de ser una tecnocrática y de élite: título de Harvard, beca Rhodes y “Joven Líder Global” del Foro. En el escenario mundial, Freeland fue una voz particularmente destacada en nombre de Ucrania, el lugar de nacimiento de su madre Halina, donde ambos trabajaron en los primeros días de su independencia. Fue tomado muy en serio en los consejos de finanzas y política exterior del G7, a pesar de que Freeland hablaba en nombre de un país que, no dispuesto a gastar en defensa y muy por debajo de las directrices mínimas de la OTAN del 2 por ciento.
Pero la mujer que dominó los titulares al otro lado de la frontera y recibió mucha atención aquí el lunes sonaba como un tipo de líder diferente al que los canadienses han llegado a conocer hasta ahora.
Quizás sea apropiado que el día más extraordinario de la política canadiense en los últimos tiempos sea cortesía de su político con mayor red y mentalidad global. La disrupción se adapta al momento. La política está agitada en Alemania (el gobierno cayó el lunes), Francia (el gobierno cayó a principios de diciembre), Corea y, por supuesto, al sur de la frontera. Algunos lo llaman el efecto Trump, pero eso no es lo esencial. En todo el mundo, los votantes quieren franqueza, autenticidad y resultados de sus políticos. Cree que es necesario reiniciar el sistema. El talento único de Trump –como hombre de 78 años que ha estado en el centro, de una forma u otra, de la vida pública estadounidense desde la década de 1980– es el de haberse convertido en el avatar de la política del siglo XXI. A pesar de lo diferente que es ella en todos los aspectos de Trump, la apuesta de Chrystia Freeland es ser ese tipo de avatar, para su partido y para Canadá.